SE ACRECIENTA LA INTERVENCIÓN YANQUI EN COLOMBIA
Y SE ACRECIENTAN LAS MENTIRAS

Los imperialistas yanquis, como todo capo de la mafia, quieren dejar en claro que no permitirán que se les amenace dentro de “su” territorio al que han sumido durante más de un siglo en miseria y opresión. Los gobernantes norteamericanos vociferan amenazantes que habrá represalias por la muerte de un “ciudadano norteamericano” y la retención de otros tres a manos de las FARC, y que enviarán 150 soldados más de las Fuerzas Especiales para combatir esa guerrilla. Los lacayos medios de comunicación locales gritan jubilosos: “EU le muestra los dientes a las FARC”.

En este momento, expertos de EU apoyan la tarea del ejército y de la Fuerza Aérea colombianos que tratan de rastrear palmo a palmo, con más de 4.000 hombres, una zona de más de 8.000 kilómetros cuadrados en los departamentos de Caquetá y Putumayo, al sur de Colombia, donde se cree que están retenidos por el bloque sur de las FARC los tres mercenarios norteamericanos que hacen parte de la tripulación de un avión de inteligencia derribado por esa guerrilla. Para cualquiera que mire más allá de las narices, es evidente que si en un avión que está en misión de inteligencia en una zona de guerra, van cuatro agentes de la CIA norteamericanos y un suboficial del Ejército colombiano, la labor de los yanquis no era de “asesoría” sino de participación directa en la guerra que se libra en Colombia, así los gobiernos de EU y Colombia con sus medios de desinformación insistan en referirse a los capturados por la guerrilla como simples “ciudadanos norteamericanos”.

La utilización de este tipo de mercenarios ex-militares y ex-miembros de la CIA, del FBI, y la DEA, no es algo nuevo ni en Colombia ni en el resto del mundo. En Colombia vienen operando desde hace varios años y han participado en ataques directos contra el pueblo como el bombardeo de Santo Domingo, una población de Arauca en 1998, si bien es cierto la masacre de campesinos indefensos fue realizada por un avión de la Fuerza Aérea Colombiana, la orden y los blancos a los que se debería dirigir el ataque fueron decididos por los mercenarios de la tripulación de un avión espía norteamericano, como los que cayeron la semana pasada en el Caquetá, o como los que no hace mucho tiempo se estrellaron en otro avión espía en el Cerro Patascoy en el Putumayo, en la frontera con Ecuador, o los que ordenaron derribar hace cerca de un año la avioneta de unos misioneros norteamericanos en el norte del Perú, en la frontera con Colombia, o como los que participaron en la guerra de los Balcanes como parte de la empresa DynCorp (otra “contratista” del Departamento de Defensa yanqui, que también opera en Colombia) y además de entrenar al Ejército croata para cometer genocidio contra la población serbia, operaban una red de prostitución que compraba y vendía mujeres y niñas en Croacia....

Este tipo de mercenarios son la cara oculta de las FFAA norteamericanas (ya sea como contratistas “civiles” del Pentágono o como oficiales activos) que en ocasiones sale a la luz pública y que son los encargados de hacer el trabajo “sucio” (urdir golpes militares para derrocar gobiernos que no son de su agrado, poner bombas y hacer atentados para echarles la culpa a las fuerzas que les son hostiles, realizar asesinatos selectivos de dirigentes opositores, etc.) Aparte de realizar labores de espionaje, durante años su “trabajo” (y el de sus socios israelíes) ha consistido también en entrenar a las bandas paramilitares que luego cometen los genocidios más atroces contra las masas desarmadas del campo y contra los dirigentes populares en las ciudades.

La inminente llegada de los 150 tropas de las Fuerzas Especiales, sumada al reciente desembarco de 70 boinas verdes en el departamento de Arauca para proteger el oleoducto de la petrolera Oxy, desnudan más la creciente intervención militar yanqui en Colombia, que obedece a la necesidad que tienen de defender sus propios intereses imperialistas y no de venir a resolver los problemas del pueblo colombiano como lo muestran sus aparatos de creación de opinión pública.

Con el pretexto de la “guerra contra la droga”, el imperialismo norteamericano ha venido incrementando la ayuda militar al gobierno de Colombia principalmente a través del Plan Colombia, no sólo con mercenarios y “asesores” militares sino con armas, aviones, helicópteros artillados, radares, etc. Este arsenal ha sido utilizado por los gobiernos lacayos para bombardear y fumigar zonas campesinas y resguardos indígenas generando el mayor desplazamiento de población campesina en la historia de Colombia. Hoy, los imperialistas norteamericanos vienen cambiando su discurso de la “guerra contra la droga” por el de la “lucha contra el terrorismo” y con este cuento se han otorgado el derecho de atacar militarmente a todo el que ellos consideren “terrorista”. Las intenciones ocultas tras esta palabrería, son las ambiciones imperialistas de EU para consolidar su hegemonía en regiones importantes para ellos en términos de explotación de recursos naturales y mercados para sus productos así como fuentes de mano de obra barata. Y América Latina es una de esas regiones, al igual que la región del Golfo Pérsico y el Asia Central.

La “lucha contra el terrorismo” es una declaración de guerra del imperialismo norteamericano contra los pueblos del mundo. Como dicen los estrategas militares yanquis: ésta será una guerra “sin limites”, una guerra de nuevo tipo, con doctrina militar nueva y tácticas nuevas que puede durar toda una generación y va dirigida contra varios Estados y grupos armados por todo el mundo. Con el pretexto de actuar “en defensa propia” y como represalia por haber sido agredidos, los imperialistas norteamericanos ya asesinaron en Afganistán a mucha más gente que la que murió en las torres gemelas y están dispuestos a lanzar la segunda fase de esa guerra genocida contra el empobrecido pueblo de Irak. Hacen esto para consolidarse como la superpotencia hegemónica única en el mundo y reorganizar las relaciones internacionales de Poder tanto con las otras potencias imperialistas como con los países oprimidos. Este es el contexto geopolítico en que se desenvuelve la creciente presencia de tropas norteamericanas en Colombia: necesitan consolidar los resquebrajados Estados lacayos que durante años han servido a sus intereses en América Latina, y Colombia se convierte en pieza importante dentro de su estrategia regional. Es muy probable que estén considerando seriamente una intervención militar más directa y en mayor escala de la que hasta ahora se ha dado en Colombia. Esto traerá mayor sufrimiento al pueblo, pero igualmente despertara el más profundo odio hacia los imperialistas y hacia las clases dominantes lacayas que solo piensan en engordar sus cuentas bancarias entregando el país a los yanquis.

Una piedra en el zapato de EU

Para la Casa Blanca, la existencia de un movimiento armado que amenaza al gobierno colombiano y que tiene cierta simpatía en sectores de la población incluso de países vecinos, como Ecuador y Venezuela, se constituye en una piedra en el zapato en la consolidación de su hegemonía en la región. Más aun cuando en estos países, producto del debilitamiento de las tradicionales alianzas entre las clases dominantes criollas han subido gobiernos de tipo nacionalista burgués (Chávez, Lucio Gutiérrez, Lula) que generan resquemores entre los sectores más conservadores de la región y tienen también contradicciones con Washington.

La estrategia militar de Estados Unidos en la región tiene a Colombia como punta de lanza por su situación geoestratégica y por constituir —junto con Ecuador, Venezuela y la parte amazónica de Brasil— una importante reserva de petróleo, fuentes de agua dulce y biodiversidad. Como parte de su estrategia el imperialismo norteamericano está consolidando la base de Tres Esquinas (a donde trasladaron buena parte de los equipos que tenía el Comando Sur en Panamá) para el control de la Alta Amazonía y rediseñando el plan contrainsurgente reforzando la inteligencia militar con la introducción de espionaje vía satelital, la creación de cinco nuevos batallones de contrainsurgencia, una mayor dotación de aviones y helicópteros, así como el incremento de “asesores” militares y mercenarios que hipócritamente llaman “contratistas privados”. Todo este despliegue militar en Colombia es complementado con la base militar de Manta en Ecuador y con proyectos de construcción de nuevas bases militares en países del Caribe y Centroamérica con el propósito de controlar la región en su conjunto. Sin embargo, en lo inmediato, el gobierno de EU planea construir una nueva base militar en Larandia, Caquetá, preparada con pista de aterrizaje para bombarderos B-52 y con una capacidad operativa que sobrepasa con creces el territorio colombiano, permitiendo una cobertura para ataques en casi todo el continente.

Las clases dominantes criollas y sus medios de comunicación no ocultan su beneplácito por el hecho de que el gobierno de los EU decida intervenir militarmente de manera más abierta en Colombia. Es más, por boca del lacayo Uribe venían clamando por esa intervención y la quieren hacer pasar como algo bueno para el pueblo, tratando de hacer creer que son ellos (las clases dominantes y el imperialismo) los que van a resolver los problemas del pueblo, cuando en realidad son los responsables del desplazamiento campesino, del desempleo y de la aberrante pobreza en que esta sumida más de dos tercios de la población colombiana.

La verdad de la mayor intervención es que el imperialismo norteamericano necesita ajustar los mecanismos de control en los países del tercer mundo y en especial en lo que siempre han considerado con arrogancia imperial “su patio trasero”. Al amparo de la “guerra contra el terrorismo”, los imperialistas norteamericanos están tratando de reestructurar los gobiernos lacayos, de agarrar más fuertemente las riendas. Recurren a un lenguaje más abiertamente colonial: hablan de acción militar global y de ocupación militar prolongada para llevar “orden”, “estabilidad” y “normas civilizadoras” a “Estados fracasados” y sociedades que consideran “semilleros de terrorismo”.

La hipocresía y el cinismo de las clases dominantes norteamericanas raya en lo grotesco: los más grandes criminales de la historia, con Bush a la cabeza que no duda en derramar la sangre del pueblo a cambio de petróleo dicen que “las FARC han demostrado ser unos asesinos despiadados”, que “son un peligro tanto para los colombianos como para los americanos” como señalará el congresista norteamericano Tom Davis, y que “han cometido su peor error, y esto tendrá represalias”.

Actualmente el imperialismo norteamericano tiene considerablemente la iniciativa. Pero su ofensiva global de guerra y agresión está preñada de contradicciones complejas y peligrosas. En el caso de una intervención militar directa en Colombia, es posible que al comienzo tengan apoyo de sectores del pueblo confundidos por la propaganda oficial, pero en el mediano y largo plazo hará que le entren a la lucha antiimperialista amplios sectores del pueblo que incluso cuestionen el limitado programa político de las FARC (que tiene mucho del enfoque de las actuales clases dominantes), y muy seguramente los planes imperialistas de “estabilizar” la región terminarán por explotarles en la cara a los mismos imperialistas.

En este momento ya hay un pujante movimiento contra la agresión imperialista a Irak en los mismos Estados Unidos, en los países europeos y en el tercer mundo. En América Latina y en Colombia, en medio de la paranoia guerrerista y el fascismo, se está trabajando por forjar un movimiento antiimperialista auténtico que se una al torrente antiimperialista de los pueblos del mundo, incluido el mismo pueblo norteamericano que se opone a sus gobernantes y que toma forma organizada en el Movimiento de Resistencia Popular Mundial. Los incipientes intentos de hoy se desbordarán en la medida en que las contradicciones se agudicen y que el trabajo persistente de los revolucionarios y progresistas quite la hoja de parra con que los imperialistas tratan de cubrir sus verdaderas intenciones. Las imágenes como las de los imperialistas yanquis y sus lacayos huyendo como ratas de Vietnam, o las masas de Somalia apaleando a los “asesores” yanquis en Mogadiscio, volverán a nuestra memoria y en las retinas tendremos nuevas y poderosas imágenes de lucha y triunfo.

¡Fuera yanquis de Colombia, de Irak y de todo el mundo!
¡Imperialistas y reaccionarios, no toquen a Irak!
Brigadas Antiimperialistas
Colombia, 25 de febrero de 2003
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