De la historia del 1° de Mayo: Haymarket 1886 y el "Elemento Problemático" |
La movilización de fuerzas Después de que el proletariado se recuperó de los sucesos de 1877, el movimiento se extendió como un incendio incontrolable, especialmente cuando se concentró en la demanda de la jornada de ocho horas. En 1884, una de las redes sindicales nacionales, la Confederación de Gremios Organizados y Tradeuniones, convocó a un día nacional de acción. El 1° de mayo de 1886, propusieron, los trabajadores simplemente impondrían la jornada de ocho horas y cerrarían las puertas de cualquier fábrica que no accediera. La demanda de ocho horas se iba a transformar de una demanda económica de los trabajadores contra sus patronos inmediatos a una demanda política de una clase contra otra. El plan recibió una tremenda y entusiasta acogida. Un historiador escribe: "Fue poco más que un gesto que, debido a las nuevas condiciones de 1886, se convirtió en una amenaza revolucionaria". La efervescencia se extendió por todo el país. Por ejemplo, el número de miembros de los Caballeros del Trabajo subió de 100.000 en el verano de 1885 a 700.000 al año siguiente. No es necesario explicar por qué el "movimiento de ocho horas" recibió un apoyo tan ferviente. El día de trabajo típico era de dieciocho horas. Los trabajadores, literalmente, trabajaban hasta morirse; su vida la conformaba el trabajo, un descansito y el hambre. Antes de que los trabajadores como clase pudieran alzar la cabeza hacia lejanos horizontes, anhelaban momentos libres para pensar y educarse. En las calles, trabajadores alzados cantaban:
El año 1886 fue un "año loco". Incluso antes de la primavera, comenzó una ola de huelgas a nivel nacional. Dos meses antes del Primero de Mayo, escribe un historiador, "ocurrieron repetidos disturbios (en Chicago) y se veían con frecuencia vagones llenos de policías armados que corrían por la ciudad". El director del Chicago Daily News escribió: "Se predecía una repetición de los motines de la Comuna de París". En las filas de los trabajadores, la tempestad que se preparaba suscitó un debate intenso. Varias tendencias políticas dudaban seriamente del movimiento... por razones diametralmente opuestas. El liderato altamente conservador de los Caballeros del Trabajo sacó una circular secreta con su posición. Este credo de "trabajo educacional paciente y lento" es muy reconocible hoy: "Ninguna asamblea de los Caballeros del Trabajo debe hacer huelga por el sistema de ocho horas el l° de mayo con la impresión de que están obedeciendo órdenes del liderato, porque tal orden no se dio y no se dará. Ni el patrón ni el empleado conocen las necesidades y las exigencias del plan de menos horas. Si una rama de trabajo o una asamblea está en tal condición, recordemos que hay muchos completamente ignorantes del movimiento. De los sesenta millones habitantes de Estados Unidos y Canadá, nuestra orden posiblemente cuenta con trescientos mil. ¿Podemos moldear el sentimiento de millones a favor del plan de menos horas antes del l° de mayo? No tiene sentido pensarlo. Aprendamos por qué nuestras horas de trabajo deben reducirse y luego enseñémoslo a otros". El hecho de que el autor, Terrence Powderly, sentía un temor real de la conciencia (no la ignorancia) de los trabajadores se comprueba en otra sección de la circular que escribió: "Los hombres que tienen capital no son nuestros enemigos. Si esa teoría fuera verdad, los trabajadores de hoy serían el enemigo de sus compañeros de trabajo mañana porque, después de todo, lo que nos proponemos aprender es cómo obtener capital y cómo usarlo". En contraste, los anarquistas criticaron el "plan de ocho horas" porque, como demanda, pensaban que no atacaba directamente al sistema. Igual que Marx, cuyas obras habían estudiado varios líderes, creían que "en vez del credo conservador, `un sueldo justo de un día por el trabajo justo de un día!', (la clase obrera) debe inscribir en su estandarte la consigna revolucionaria: 'Abolición del sistema de salarios!'". Sin embargo, a diferencia de Marx, los anarquistas no captaron el papel que un movimiento político de toda la clase podría jugar para aglutinar al proletariado en una fuerza consciente de clase. Albert Parsons militó mucho tiempo en las Ligas de Ocho Horas, pero hasta diciembre de 1885 escribió en su periódico Alarma: "A nosotros, de la Internacional (hacía referencia a la anarquista IWPACOR) nos preguntan con frecuencia por qué no apoyamos activamente al movimiento de la propuesta de ocho horas. Echémosle mano a lo que podemos conseguir, dicen nuestros amigos de ocho horas, porque si pedimos demasiado podríamos no recibir nada. Contestamos: Porque no haremos compromisos. O nuestra posición de que los capitalistas no tienen ningún derecho a la posesión exclusiva de los medios de vida es verdad o no lo es. Si tenemos razón, pues reconocer que los capitalistas tienen el derecho a ocho horas de nuestro trabajo es más que un compromiso; es una virtual concesión de que el sistema de salarios es justo". La prensa anarquista sostenía: "Aunque el sistema de ocho horas se estableciera en esta tardía fecha, los trabajadores asalariados... seguirían siendo los esclavos de sus amos". Tal posición ignoraba el avance de la lucha de clases en ese momento: antes de esa década, la burguesía había jugado un papel predominante en el movimiento revolucionario y ejerció el liderato de la lucha contra el sistema de esclavitud. En este contexto, la demanda de "ocho horas" jugaba un papel crucial para diferenciar las nacientes corrientes proletarias de las de otras clases. Objetivamente, los trabajadores estaban trazando una línea de batalla entre clases y, a pesar de las tergiversaciones subsiguientes de los historiadores, así fue como llegaron a ver el "movimiento de ocho horas" todos los lados. Naturalmente, algunos trabajadores se apresuraron a unirse por razones no más elevadas que ganar un día de trabajo más corto para sí o para su taller. La naturaleza de todos los grandes movimientos es que atraen la participación de capas anteriormente pasivas e inconscientes del proletariado. Sin embargo, decir que eso fue la esencia de 1886, como lo hacen los revisionistas, es más que una mentira. Pretende establecer que el proletariado no tiene aspiraciones más elevadas que un poco de tiempo libre y bienestar dentro de este sistema. A diferencia de Powderly, los anarcosocialistas de Chicago, una vez que se dieron cuenta del impacto objetivo de tal movimiento histórico, simplemente no estaban dispuestos a ir contra la corriente. Echaron a un lado sus prejuicios previos y entraron a un movimiento, en gran medida espontáneo, para infundirle un contenido revolucionario. Parsons escribió que sus fuerzas se unieron "primero, porque era un movimiento de clase contra la dominación, y por eso histórico, evolucionario y necesario; y segundo, decidimos no mantenernos apartados para que no nos malentendieran nuestros compañeros de trabajo". El 19 de marzo de 1886, el Arbeiter Zeitung escribió: "Si no nos movemos pronto para una revolución sangrienta, no dejaremos a nuestros hijos más que la pobreza y esclavitud. Así que prepárense, con toda discreción, para la revolución". Las Lehr und Wehr Verein cobraron fuerzas; al aproximarse la primavera contaban con más de mil militantes. Se hablaba de milicias de defensa similares en Cincinnati, Detroit, St. Louis, Omaha, Newark, Nueva York, San Francisco, Denver y otras ciudades. Al aproximarse el día definitivo, marchas semanales recorrían las calles de Chicago con pancartas así: "La revolución social", "Abajo el trono, el altar y los adinerados" y "Obreros ármense". Durante las marchas nocturnas, con antorchas iluminándoles la cara, los trabajadores cantaban:
La víspera del Primero de Mayo, el Arbeiter Zeitung publicó los siguientes pasajes, que muestran el tono de confrontación que imperaba: "¡Adelante con valor! El Conflicto ha comenzado. Un ejército de trabajadores asalariados está desocupado. El capitalismo esconde sus garras de tigre detrás de las murallas del orden. Obreros, que vuestra consigna sea: ¡No al compromiso! ¡Cobardes a la retaguardia! ¡Hombres al frente!" La suerte está echada. Ha llegado el Primero de Mayo. Durante veinte años el pueblo trabajador ha venido pidiendo que los concusionarios establezcan el sistema de ocho horas, pero lo han entretenido con promesas. Hace dos años los trabajadores decidieron que se debe introducir el sistema de ocho horas en Estados Unidos el primer día de mayo de 1886. En todas partes, se reconoció lo razonable que era esta demanda. Todos, aparentemente, estaban a favor de reducir las horas; pero al aproximarse la hora, se perfiló un cambio. Lo que en teoría era razonable y modesto pasó a ser insolente e irrazonable. Finalmente quedó claro que el himno de ocho horas se cantó solamente para alejar a los burros de trabajo del socialismo. "Que los trabajadores pueden insistir enérgicamente en el movimiento de ocho horas, jamás se le ocurrió al patrón.... Lo que hay que ver es si los trabajadores se someterán o harán que sus verdugos potenciales reconozcan las ideas modernas. Esperamos que sea lo último". Ese número del periódico publicó una advertencia prominente: "Se dice que en la persona de uno de los camaradas arrestados en Nueva York se encontró una lista de miembros y que a todos los camaradas comprometidos los han arrestado. Así que, destruyan todas las listas de miembros y libros de acta donde se tengan tales cosas. Limpien sus armas, completen sus municiones. Los asesinos a sueldo de los capitalistas, la policía y la milicia, están listos a matar. Ningún obrero debe salir de su casa en estos días con los bolsillos vacíos". La clase dominante también hacía sus preparativos, apuntando especialmente al liderato de los trabajadores. El Chicago Mail sacó un editorial ominoso: "Hay dos rufianes peligrosos sueltos en esta ciudad; dos cobardes escurridizos que se proponen armar bronca. Uno se llama Parsons; el otro se llama Spies.... Obsérvenlos hoy. No les quiten el ojo de encima. Háganlos personalmente responsables de cualquier problema que ocurra. Denles un castigo ejemplar si ocurren problemas". |
PRIMERA PARTE Chispas iniciales de una época revolucionaria |