28 de febrero de 2011. |
Libia: Las grandes potencias necesitan un nuevo monstruo |
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Las potencias occidentales pueden haberle dado la espalda a Muammar al-Gadafi, declarándolo mentalmente inestable después de descubrir su imprevista inestabilidad política, pero él ha sido su hombre. Él ha gobernado no sólo en función de los intereses políticos de ellas, sino más fundamentalmente de los intereses del capital financiero de las potencias y del sistema económico mundial, y a su vez los intereses de las potencias han sido también los suyos. Si ahora están dispuestos a deshacerse de él no es porque su naturaleza haya cambiado, sino porque ya no es capaz de hacer el trabajo. Al mismo tiempo que EEUU, Reino Unido y Francia estaban impulsando una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU del 26 de febrero imponiendo un bloqueo de armas, el régimen libio estaba usando contra los manifestantes las fuerzas de seguridad entrenadas por los británicos así como vehículos blindados, gases lacrimógenos pimienta, cartuchos de fusil y morteros suministrados también por ellos. Y enviaba aviones de combate de fabricación francesa a bombardear los bastiones rebeldes. Igualmente, la unidad más leal a Gadafi, la Brigada 32, bajo el mando de uno de sus hijos, estaba utilizando equipo militar de alta tecnología suministrado por un fabricante de armas estadounidense, General Dynamics. Se supone que los pueblos del mundo y el pueblo libio han olvidado las imágenes del presidente estadounidense George W. Bush (y más tarde del presidente Barack Obama), del primer ministro británico Tony Blair, del presidente francés Nicolás Sarkozy y del primer ministro italiano Silvio Berlusconi, abrazando afectuosamente a Gadafi, dándole la bienvenida de nuevo a su redil como viejos amigos. En la resolución de la ONU estas potencias se comprometieron a rastrear y congelar los activos financieros de Libia, como si su ubicación fuera un secreto o no estuvieran ya bajo su control. La mayor parte de los fondos libios en el extranjero, el fondo soberano de inversión del país, la administra el Banco JP Morgan, que es parte de la segunda mayor institución financiera de Wall Street, el JPMorganChase. Desde 2008, [el ex primer ministro británico Tony] Blair, quien orquestó el retorno de Gadafi, ha sido consultor sénior de Morgan. Entre las inversiones realizadas en nombre de este fondo hay acciones en el periódico Financial Times de Londres. La empresa matriz es propietaria de una parte de Facebook y ahora JP Morgan está buscando comprar a Twitter. (Para una descripción clara del empleo de 5 millones de dólares al año que tiene Blair, véase JPMorganChase.com. Blair también trabaja actualmente como enviado especial no remunerado del Cuarteto —EEUU, UE, ONU y Rusia— para el Medio Oriente, donde ayuda a supervisar las negociaciones palestino-israelíes). El hecho es que la riqueza producida en Libia ha lucrado principalmente a las potencias imperialistas, tanto a través de las enormes ganancias que sus compañías petroleras han obtenido de la explotación de los trabajadores libios y de otros países del Tercer Mundo que trabajan allí, como del reciclaje de una porción de los ingresos del petróleo que pasan por las manos del régimen de Gadafi, pero que en su mayor parte eran invertidos en bancos y compañías europeos y estadounidenses. La riqueza producida en Libia es una parte tan importante del sistema capitalista mundial que las bolsas de valores del mundo, y especialmente la bolsa de Milán, cayeron ante la perspectiva de una interrupción de este flujo de sangre fresca a sus corazones de vampiro. La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU establece lo que podría ser un nuevo récord mundial de hipocresía. Fue muy repulsivo ver que el régimen chino —responsable de la masacre de Tiananmen y que ahora se esfuerza por mantenerse aislado de los vientos de rebelión del mundo árabe, un gobierno que durante años ha proporcionado mano de obra barata para la explotación en Libia— votara por condenar a Gadafi por la represión. Fue aún más repugnante ver a EEUU presionando a China y otros países para apoyar la amenaza de llevar a los miembros del régimen de Gadafi ante la Corte Penal Internacional, a pesar de que Washington se ha negado a asociarse a la CPI por temor a que anteriores, actuales o futuros funcionarios estadounidenses puedan ser acusados de crímenes contra la humanidad por sus guerras ilegales, golpes de estado, asesinatos y violaciones al derecho internacional. Pero incluso peor que la hipocresía, el propósito de la resolución de la ONU no es ayudar al pueblo libio en su justa causa, sino interferir en los acontecimientos en la búsqueda del mismo tipo de ventajas imperialistas que les llevó antes a apoyar a Gadafi. Aunque la medida no le pueda dar otra opción al círculo íntimo de Gadafi que luchar hasta el final, es también un llamado a los otros miembros del régimen a abandonar el barco y buscar la protección de EEUU ahora o atenerse a las consecuencias. EEUU está “extendiéndoles la mano” a los desertores de último minuto como el ministro de Justicia de Gadafi e incluso a miembros actuales del gabinete, como su desde hace tiempo ministro del Interior. Hay razones para temer que EEUU está tratando de organizar una especie de nuevo/viejo régimen con esos criminales. Si bien las propuestas que se han hecho de imponer una zona de exclusión aérea sobre Libia pueden sonar como una forma de salvar vidas, hay que recordar cómo funcionaron tales zonas en Irak. EEUU y sus aliados afirmaron que una resolución de la ONU les dio la autoridad para imponer una zona de exclusión aérea en el norte de Irak tras la primera Guerra del Golfo en 1991. Junto con las sanciones económicas, esta zona de exclusión aérea hizo parte del intento de restablecer la dominación yanqui (y británica) en Irak que llevó a la invasión de 2003. Esto no quiere decir que EEUU está ansioso por invadir a Libia como con Irak, aunque llama la atención que los funcionarios de Obama hayan dicho en repetidas ocasiones que no descartan nada, ni siquiera lo que Clinton llamó “posibles acciones bilaterales” (en otras palabras, una “coalición de los dispuestos”). EEUU ha emplazado frente a las costas de Libia los buques de guerra que tiene en el Mediterráneo. Pero hay razones más importantes por las que EEUU podría preferir evitar una acción militar directa, incluido el hecho de que sus invasiones y ocupaciones de Irak y Afganistán han salido bastante mal, junto con la probabilidad de que el pueblo árabe que hoy está rebelándose se torne aún más furioso por el envío de soldados estadounidenses e incluso europeos a Libia. Hasta ahora, EEUU ha pretendido no estar tomando parte. La experiencia de Irak La experiencia de Irak demuestra que a los imperialistas sólo les importan sus propios intereses. En su autobiografía recientemente publicada, Blair reitera que su religión justifica el que ignorara la oposición de la mayoría del pueblo británico a participar en la invasión liderada por EEUU, y tercamente sostuvo que aunque resultó que no existían las armas de destrucción masiva iraquíes, la invasión fue “lo correcto”, ya que se deshicieron de Saddam Hussein. Sin embargo, no mucho después se desdijo y se encargó personalmente de la reapertura de las relaciones con Gadafi, a pesar de que Gadafi era entonces tan enemigo del pueblo libio como lo es ahora. Esto no es cuestión de incoherencia, sino de buscar de manera coherente los mismos intereses. El Reino Unido buscaba beneficiarse de la invasión a Irak tanto potenciando su alianza con EEUU a expensas de otras potencias imperialistas como Francia, como por la reapertura de los campos de petróleo de Irak para las empresas británicas, también a expensas de Francia. Al reabrir las relaciones con Libia, el Reino Unido estaba a la vez actuando dentro de su “relación especial” con EEUU y también estaba buscando ventajas específicas para BP, Shell y otras compañías británicas, en competencia con Italia y Francia. EEUU, el Reino Unido y otras potencias han infligido más de siete años de horror al pueblo iraquí a nombre de establecer una “democracia”, como si un gobierno impuesto por la invasión y la ocupación pudiera ser considerado democrático. Ahora, con el poder supremo sobre los asuntos iraquíes que la presencia continua de 50.000 soldados estadounidenses implica, el gobierno que la ocupación ha engendrado es represivo y odiado. Es un blanco del levantamiento popular así como también lo son otros regímenes de la región. Por ejemplo, el 25 de febrero hubo grandes manifestaciones contra el gobierno de Nouri al-Maliki en Irak de norte a sur, principalmente desde la Basora chiíta, pasando por la capital y al norte a lo largo de las regiones sunitas hasta Mosul y Kurdistán, a pesar de la oposición de la institución religiosa chiíta con influencia iraní y también a pesar del nivel sin precedentes de intimidación por parte del régimen respaldado por EEUU. Justo antes del “Día de la Ira” iraquí, inspirado por los levantamientos en Egipto y Túnez, varios manifestantes fueron asesinados por el gobierno kurdo, establecido bajo la protección de la zona de exclusión aérea de EEUU en la década de 1990. El gobierno respondió a las protestas planeadas enviando las fuerzas de seguridad a ocupar las calles de Bagdad y otras ciudades. Los helicópteros se abalanzaron sobre la multitud en la propia plaza Tahrir de Bagdad. Al menos 29 manifestantes fueron baleados o golpeados hasta causarles la muerte. Las fuerzas de seguridad atacaron una estación de televisión e irrumpieron en restaurantes y otros lugares buscando a los periodistas. Al día siguiente capturaron en varias redadas a unas 300 personas, incluyendo destacados escritores, artistas, abogados y otros intelectuales. Se sabe que muchos de ellos han sido torturados. Cuando la República Islámica de Irán hace estas cosas EEUU lo condena. Esta vez no sólo EEUU guardó silencio, los principales medios de comunicación occidentales también. (Hubo una excepción: el Washington Post, 26 y 27 de febrero) ¿Cómo podría alguien esperar —independientemente de la razón a que acudiera en Libia, con cualquiera que sea la coalición de aliados y rivales que pudiera juntar— que EEUU haga algo positivo para el pueblo allí? Italia y Libia: una historia que en realidad no es pasado Aquí toca decir algo sobre Italia: es la potencia que más profundamente y durante más tiempo ha clavado sus colmillos en el cuello del pueblo libio, y es también la potencia cuyos privilegios otras potencias imperialistas les gustaría tener para sí mismas. Las conexiones de Italia con el régimen de Gadafi son tan estrechas que los dos países incluso firmaron un pacto de defensa mutua, comprometiéndose entre otras cosas a ayudarse mutuamente a mantener la seguridad interna. Berlusconi fue el último dirigente occidental en manifestarse contra Gadafi. Entonces, preocupado de que Italia pudiera quedar fuera de una Libia post-Gadafi, Berlusconi suspendió ese pacto e hizo saber que aceptaría que EEUU utilizara contra Libia sus bases aéreas y navales en Italia. Italia comenzó a extender su influencia en Libia a finales del siglo XIX con la connivencia de Francia, que marginó a Italia del mucho más deseable botín que era Túnez entonces. En 1911 Italia invadió y se apoderó del país tras la desintegración del imperio otomano. Se calcula que durante la guerra de resistencia en la década de 1920 los italianos causaron la muerte de unos cien mil libios, aproximadamente la mitad de la población de la parte oriental del país, mediante bombardeos y otros ataques militares y metiendo a la población en campos de concentración en el desierto y en colonias penales en Italia donde muchos murieron. En 1939 Italia declaró a su colonia Libia como parte integrante de la propia Italia, como su “cuarta costa”. Hay que recordar que si bien esto ocurrió bajo el régimen fascista de Benito Mussolini, la política italiana de conquistar y colonizar Libia había comenzado mucho antes y era de hecho un punto de consenso entre la clase dominante italiana. Entre sus objetivos estaba el aliviar las presiones sociales en el campo mediante el envío de campesinos italianos a establecerse en las tierras robadas a Libia —20.000 en un solo convoy en 1938. En total fueron más de 110.000 italianos, que a la larga constituyeron un tercio de la población de la capital y casi un 15 por ciento del total de la población libia. En este contexto, los temores expresados por el ministro de defensa italiano, Ignazio La Russa, de que Italia podría enfrentar una afluencia de refugiados de Libia de “proporciones bíblicas”, muestra que incluso una potencia imperialista secundaria puede competir con las demás en hipocresía. El gobierno italiano está quejándose ahora de la posibilidad de que algunos de los que Mussolini una vez llamó “italianos musulmanes” podrían buscar refugio en lo que alguna vez se declaró como su país, gústeles o no. Pero éste no es simplemente un asunto de justicia histórica. El capital italiano y de hecho el capital imperialista en general ha continuado la dominación de Libia sin interrupción, aunque no sin problemas y no siempre en la forma en que las potencias imperialistas hubieran preferido. La “Revolución Verde” de Gadafi Con la derrota de las potencias del Eje en la II Guerra Mundial, Francia y Gran Bretaña se hicieron cargo de la otrora colonia italiana. Tras la independencia formal de Libia en 1951, cuando el poder fue cedido al Rey Idris, el Reino Unido y EEUU construyeron allí bases militares estratégicas. La apertura de enormes campos petrolíferos en la década de 1950 cambió al país por completo. El 1969, el capitán del ejército Gadafi, de 27 años de edad, junto con un puñado de otros oficiales no muy bien armados, derrocaron al rey. Si bien la historia de lo que Gadafi llamó su “Revolución Verde (Islámica)” es compleja y requiere un análisis aparte, el plan básico era construir una estructura política que se pudiera oponer a las potencias imperialistas nacionalizando el petróleo y vendiéndoselo en vez de simplemente permitirles llevárselo bajo sus propias condiciones. Sin embargo, en vez de liberar al país de la dominación imperialista, esta dependencia del mercado mundial en general restringió la capacidad de Libia de oponerse al imperialismo, limitándola a inocuas proclamas y gestos reaccionarios como atentados con bombas a aviones comerciales y otros objetivos civiles. Las alzas del precio del petróleo en la década de 1970 de hecho impulsaron más la esclavización de Libia al imperialismo en la esfera económica. Los planes de reforma agraria y otras medidas de desarrollo pasaron a segundo plano al percibirse la necesidad de dedicar mejor los recursos a aumentar la producción de petróleo y gas natural en el país. De un país exportador agrícola que no había necesitado vender petróleo para alimentarse desde antes de la época romana hasta finales de la década de 1960, Libia pasó a su situación actual, en que es casi totalmente dependiente de las importaciones para todo. (Si Libia puede o no sostener su población actual sin la importación de alimentos es debatible, pero el enorme crecimiento de la población nativa, junto con la gran presencia de trabajadores extranjeros que llegan a ser casi el 20% de los residentes del país, está ligado casi por completo al petróleo, el gas y las industrias relacionadas). Además, las inversiones en petróleo y gas no son inversiones que se hacen una sola vez. Venderlos a precios competitivos en el mercado mundial requiere constantes inyecciones de capital para ampliar la producción y mejorar la productividad y la infraestructura, incluso para un país como Libia, con la ventaja natural de extraer un crudo que es excepcionalmente barato refinar. El proceso mediante el cual Libia volvió a los brazos de EEUU y el Reino Unido en el transcurso de la década de 1990 no fue sutil, y también merece mayor análisis del que es posible aquí. Entre los factores cuyo papel necesita ser mejor comprendido están el derrumbe del bloque soviético, la intensificación de las sanciones de EEUU y Gran Bretaña y la caída de los precios del petróleo. Un momento decisivo se dio en un notorio ejemplo de combinación, propia de Gadafi, de retórica “antiimperialista” y acciones reaccionarias, cuando en 1995, supuestamente como castigo por los compromisos de la OLP con Israel en los Acuerdos de Oslo, declaró que toda la enorme población de refugiados palestinos en Libia tenía que abandonar repentinamente el país así fuera a pie si era necesario. Aunque al final algunos se quedaron, muchos miles fueron sacados a través de la frontera con Egipto o fueron puestos a bordo de embarcaciones que permanecieron semanas en el mar porque ningún país los recibía. En 1999 Libia y Reino Unido restablecieron relaciones. Parece que Gran Bretaña estaba especialmente ansiosa de no dejar que Italia disfrutara sola del festín de Libia. En 2004, Blair hizo el primero de muchos viajes para estrechar la mano de Gadafi, firmar tratados comerciales y venderle al régimen libio las armas que Gadafi está usando hoy. Las negociaciones secretas que se desarrollaban entre EEUU y Libia se hicieron públicas tras el 11 de septiembre de 2001, cuando Gadafi dijo públicamente que quería enrolarse en la “guerra contra el terror” y puso sus servicios de inteligencia (y de tortura) a disposición de EEUU. Para Gadafi el 11-sep representó tanto una oportunidad como una confluencia de intereses con EEUU, ya que el sufismo [tipo de islamismo místico] del que el régimen ha sacado su autoridad es odiado por los fundamentalistas sunitas de la variedad de Bin Laden (y saudí), los cuales han amenazado su régimen. Los años de negociaciones y acercamiento lento finalmente alcanzaron la madurez en 2003, cuando se decía que el “León del Desierto” estaba aterrado de lo que EEUU hizo con Saddam Hussein. Debe señalarse que a pesar de todos los intentos de Gadafi por identificarse con el “León del Desierto” original —el líder de la guerra contra Italia Umar al-Mujtar—, él nunca rompió con el capital italiano. ENI, la compañía estatal italiana de petróleo y gas, nunca paró de operar en Libia. De hecho, las economías de los dos países se entrelazaron cada vez más. La posición dominante de Italia en Libia fue formalizada en 2008 en una reunión en la carpa de Gadafi en la que Berlusconi y él firmaron un tratado supuestamente para compensar a Libia por el daño que Italia le había causado. Este fue otro ejemplo de los gestos de Gadafi cuyo contenido real fue el opuesto de lo que decía. Italia prometió pagarle a Libia 5.000 millones de dólares como reparación. Pero este dinero en realidad iba a salir de la explotación de los trabajadores en Libia y del mayor saqueo de sus recursos, dado que su fuente era un impuesto a la porción italiana (enormemente incrementada) de los hidrocarburos libios. Además, todo era para gastarlo en la contratación de contratistas italianos y en la compra de maquinaria y otras importaciones italianas, exclusivamente para proyectos de infraestructura que serían definidos por los dos países. Esto significaba construir y modernizar carreras, oleoductos, puertos, etc., para facilitar la dependencia de Libia de las exportaciones e importaciones —también, en beneficio de Italia. En pocas palabras, esta “reparación” habría de ser del tipo de “ayuda condicionada” que EEUU, por ejemplo, ha usado para cosechar mayores ganancias en nombre de la “ayuda extranjera” —atando a Libia más estrechamente a Italia en nombre del “anticolonialismo”. (Véase “Assessing Italy’s Grande Gesto to Libya” [Evaluación del ‘Gran Gesto’ de Italia hacia Libia],Claudia Gazzini, Merip.org) Esta cesión a Italia de gran parte de las reservas conocidas de petróleo y gas de Libia por las próximas décadas sin duda ha sido un factor que ha alentado al Reino Unido a hacer sus propias movidas, especialmente la compra de derechos de explotación para nuevos yacimientos que prometen una riqueza mucho mayor —carnada que por supuesto ha sido irresistible para el régimen de Gadafi. Es sumadamente importante notar aquí la relación entre política y economía. El “modelo libio” de buscar pellizcarles políticamente la nariz a los imperialistas a la vez que se sigue siendo dependiente del mercado mundial imperialista, finalmente colapsó. Al la larga, Gadafi no pudo (e incluso dejó de intentar) mantener independencia política del imperialismo. Al mismo tiempo, las potencias imperialistas se vieron obligadas, debido a sus intereses generales y particulares (rivales), a transigir con la superestructura política que Gadafi había construido y a adoptarla como su propio instrumento para la dominación de Libia. Irónicamente, a pesar de la incendiaria retórica de Gadafi, ha sido principalmente el pueblo libio, y no las potencias imperialistas, quien lo ha puesto a confrontar el mismo ignominioso fin de otros jefes de regímenes históricamente clientes como Mubarak en Egipto y Ben Ali en Túnez. Pescando en río revuelto Como escribió el periodista británico Robert Fisk, ahora es el pueblo y no EEUU el que constituye el factor de “conmoción y pavor” en el Medio Oriente. Sin embargo en Túnez los imperialistas, y probablemente EEUU, pudieron aprovechar la existencia de un ejército entrenado por los imperialistas y dependiente de estos para cerrarle a tiempo el grifo a Ben Ali de modo que se preserven algunos elementos del viejo régimen. En Egipto, el ejército ha sido por mucho tiempo un baza clave de EEUU. En ambos países, el viejo tirano no tuvo que hacer una última resistencia, lo único que podía era jubilarse a regañadientes. La falta de algún “Plan B” imperialista en Libia ayuda a explicar por qué la lucha ha sido tan sangrienta desde el principio. Ninguno de estos factores garantiza el continuado control imperialista contra los recién surgidos movimientos de masas cada vez más políticamente sofisticados, como lo atestiguan la renuncia forzada del primer ministro tunecino y la continua confrontación entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad en ambos países. Pero en Libia EEUU tiene aún menos con qué trabajar. EEUU y los demás imperialistas han tenido muy poco contacto con el ejército libio, o cualquier otro sector de la sociedad libia. De hecho, parece que el ejército es muy débil comparado con las milicias, las brigadas especiales y otras fuerzas de seguridad dirigidas personalmente por familiares de Gadafi. Ciertamente parece que hay un sector importante de la población cuya lealtad ha sido comprada con privilegios. Gadafi no estaba simplemente desvariando cuando declaró que Libia no era Túnez o Egipto. Además, está también el factor de la situación más amplia: si bien EEUU tiene, de lejos, muchos menos intereses económicos en juego en Libia que en otros lugares, lo último que necesita es una incertidumbre creciente y el posible levantamiento popular en la mitad entre Egipto y Túnez. Sobre todo en medio de una región cuya inestabilidad actual se compara sólo con su importancia estratégica para todo el orden mundial dominado por EEUU. A la luz de esto es que debemos juzgar la reacción de las grandes potencias ante la situación causada por la rebelión del pueblo, y sus intentos de continuar dominando Libia en medio de este espléndido desorden. |